Siquier en el Reina – Pablo Siquier

Julio de 2005.

Lo lograron. Los artistas argentinos de los años 90 circulan por muestras internacionales ocupando parte del espacio que hoy se le dedica al arte latinoamericano en el mundo. Al envío de Macchi a la Bienal de Venecia (que La Mano adelantó en mayo) se suma la presencia en el mismo evento de Leandro Erlich. Y en Madrid Pablo Siquier acaba de inaugurar una retrospectiva en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. 

La muestra está en el Palacio Velázquez, una sala de exposiciones ubicada en el parque del Retiro. El mismo lugar donde hace un par de años expuso Kuitca. Afuera es de ladrillo con ambición neoclásica, pero tiene dos leones de fantasía en la entrada. Adentro hay columnas de hierro y hay madera como en una estación de tren de pueblo. La luz del sol entra por el techo, el suelo es de mármol y todo es diáfano, leve y fresco. Pablo Siquier (1961) expone sus obras de calculada y obsesiva geometría desde sus inicios con color hasta los trabajos más recientes en blanco y negro, y parte de sus instalaciones. Cuando empezó a fines de los años 80 armaba estructuras ornamentales a partir de ejercicios automatistas. Después empezó a tomar libremente módulos arquitectónicos dibujados con bordes netos y precisos. En el prólogo de esta muestra madrileña, Arturo Carrera relaciona la obra de Siquier con la caligrafía, y escribe: “Tarea del calígrafo: la perfección. Digo: la perfección, porque su obra la evoca. Digo: las caligrafías de Siquier, porque sus cuadros siempre evocaron inmediatamente en mi ánimo caligrafías asirias, o aquella caligrafía turca cufí, que construye con sus trazos una mezquita y dice: “…no hay más dios que dios…”. 

Su imagen de a poco se fue despojando más y más hasta el límite de la desaparición minimalista en relación directa con la arquitectura moderna.

Siquier escucha música de Steve Reich y Brian Eno, que remite a la reiteración de un patrón musical en sus trabajos. Ultimamente dibuja enormes murales sobre la pared con esquemas agobiantes de geometrías que se arman y desarman siguiendo los lineamientos del arte óptico y de acuerdo a la distancia de mirada que elige el espectador. Edu Milewicz está escribiendo el guión para su próxima película en Madrid. Con los casi 40 grados del verano europeo, salió de su bunker con aire acondicionado y se acercó al Retiro a ver esta muestra, y me dice: “La gente se acerca y se aleja a las pinturas, intentando encontrar una clave, como en lupa, para deshojar el misterio. Cuando se acercan miran, cuando se alejan levantan las cejas. Curiosamente, todos se acercan por el mismo lado, el derecho y por abajo, como si hubiesen recibido instrucciones de lectura”.  Y se refiere así a algunos de sus cuadros: “En 0504 hay algo de Escher sin lo humano y algo de Metrópolis de Fritz Lang, pero sin ciudad. Hay la pura obsesión que siempre es laberíntica. En 0201 hay algo hipnótico, algo celular, binario, microscópico, como de tejido. En 9805, 0110 y 8801 descubrí que acercarse es perderse. Es estructura que combina lo minucioso del calígrafo con la pureza del científico. La ambición es inquietante”. 

POR LAURA BATKIS