Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Buenos Aires). Febrero 2003 Nº 190/191.
El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) se construyó con el objetivo de exhibir la colección de arte latinoamericano de su fundador, el coleccionista y empresario Eduardo F. Costantini. La tarea de difusión del arte latinoamericano se completa con muestras temporarias.
Los acontecimientos nacionales surgidos desde el 20 de diciembre de 2001, con la renuncia del presidente Fernando De la Rúa, agudizaron la crisis económica y política por la que está atravesando la Argentina. El MALBA tuvo que suspender algunas muestras internacionales. El mexicano Agustín Arteaga renunció a la dirección, y el argentino Marcelo Pacheco asumió el cargo de curador en jefe el 30 de mayo. Lo que parecía una atrocidad inesperada se convirtió de pronto en una salida interesante: la designación de profesionales nacionales en cargos del ámbito cultural. La gestión de Pacheco consistió en aprovechar al máximo los recursos disponibles para seguir adelante. Así surgió el “programa de arte contemporáneo”, con la idea de organizar exposiciones con curadores invitados del ámbito local que alternan con intervenciones de artistas especialmente invitados por el museo. En este marco se ubica Luz, la intervención del rosarino Román Vitali (1969), que en mayo de este año se presentará en la Casa de América en Madrid.
Vitali fue un activo participante de la escena artística en la década de los años noventa, que se desarrolló a partir de las muestras de la galería del Centro Cultural Ricardo Rojas. Sus trabajos se inscriben dentro de una línea ornamental, cercana a la estética de Omar Schiliro y Feliciano Centurión. Desde sus primeros objetos, realizados con tejidos de cuentas de acrílico facetadas e hilvanadas con hilo de nylon, se insinúa cierta nostalgia en la recuperación de prácticas tradicionales que remiten a la manualidad. Esa manualidad con aroma hogareño, de bizcochuelo y pan con mantequilla, de recuerdos de la infancia, el tejido de la espera, y el empleo del tiempo. La fatalidad del destino mostraba en Desgracia a un hombre partido en dos por un trueno. Como en una juguetería para niños tristes, una mujer se desangraba en su falda de canutillos colorados, y las referencias externas siempre aludían a una naturaleza artificial en sus flores y cactus de plástico.
Hace apenas un año, bordar en la Argentina parecía una práctica absurda. Sin embargo, Vitali bordaba en su casa cada una de sus obras, como anunciando la llegada de estos nuevos años duros. Hoy, el reciclaje está a la orden del día. Reaparecieron los oficios, los remiendos; y lo usado se lava, se arregla y se vuelve a utilizar. La paciencia extrema, la paciencia argentina, parece revelarse en la obra de este artista, que especifica obsesivamente las 404.772 cuentas de acrílico que usó para maquillar el MALBA con 80 tubos de neón de distinto voltaje.
Los tubos fluorescentes están recubiertos con mallas tejidas con cuentas de colores brillantes que marcan una secuencia cromática. La luz artificial interviene directamente en el cubo blanco del museo, modificando los sistemas lumínicos de la institución. Vitali ubica las líneas cromáticas acompañando a la arquitectura racionalista del complejo arquitectónico. Señaliza y remarca la estructura del edificio a partir del gran vestíbulo central, que conecta todos los espacios por medio de un sistema de circulaciones verticales. De este modo, la neutralidad del proyecto arquitectónico se diluye en una sinfonía cromática estridente. El artista sigue la consigna arquitectónica de una retícula geométrica impecable, pero la transforma por completo con sus luces de colores en una especie de centro carnavalesco de fiestas populares, que convive con el Rompecabezas de Jorge De la Vega y las demás obras de la colección. Como especifica el artista en el catálogo: “Esta instalación se acciona incorrectamente sobre la correcta arquitectura, y matiza con una feliz alegría el espacio, como si una comparsa de Gualeguaychú (localidad del interior de la Argentina, en Entre Ríos, donde se realiza la fiesta del carnaval) estuviera danzando en el MALBA, invadiendo todo con luz latina”.
POR LAURA BATKIS