Texto catálogo muestra en Ruth Benzacar, Becú-Bonzo-Gómez Canle-Vecino, 24 de octubre 2007.
Los cuatro artistas de esta exposición comparten una manera similar de entender el arte. Construyen universos poéticos en los que dialogan con artistas del pasado y arman diferentes combinatorias de estilos con un sentido renovado. Usan la representación figurativa por la capacidad de comunicación inmediata con el espectador, intentando que la obra sea un puente con quien la mira.
Frente a la velocidad del mundo actual de la informática y los e-media, optan por el tiempo demorado de la pintura de caballete, para recuperarse del hastío de la recarga informativa. Estado de convalecencia, nostalgia y operación rescate del arte como presencia habitada que intente satisfacer necesidades espirituales. Arman una especie de readymade con ideas plásticas que toman libremente de todo el acervo de la historia del arte. Pero desviando el dato original de la fuente seleccionada como un vehículo para comentar con un anacronismo aparente, que hay otras maneras de ser actuales y contemporáneos.
Juan Becú y Nahuel Vecino retoman la tradición pictórica con una iconografía que remite al período muralista de artistas argentinos de la década del ’30 como Berni y Spilimbergo junto al tono metafísico de los realismos de la pintura europea de entreguerras. Trabajan como un dj remixando estilos de manera ecléctica con el sonido del mundo de hoy. En los personajes de Vecino los rostros son macizos, dibujados con un trazo escultórico de una rigidez inquietante. Se percibe una sensación de extrañeza, de algo enrarecido como en la pintura soviética pero cambiando el tono al usar un colorido mediterráneo.
Becú reinterpreta modelos de la Nueva Objetividad Alemana como Otto Dix, el período postcubista de Picasso, Piero della Francesca y los primitivos italianos. Sin embargo, les quita a estos movimientos la solemnidad heroica, como si la carga del pasado se hubiera alivianado con un contenido nuevo.
En Alejandro Bonzo la creación de una atmósfera, la luz y el color son protagonistas de sus obras. El cine es una fuente primordial en estos trabajos, como Michael Powell, Hitchcock y Wong Kar Wai, entre otros. Como si fuera la pausa en el transcurrir de una escena, congela una imagen en una toma fija con la narrativa del comic y del road movie. Hay un tono preciso que remite al distanciamiento de aquellos pintores norteamericanos anteriores a Warhol, como Sheeler y Demuth.
Max Gómez Canle presenta en esta muestra su Bestiario. Es un manifiesto de su concepción del arte, donde plasma la idea del artista como la Bestia o un freak moderno que se sumerge en una batalla para intentar alcanzar a esa Bella que es el arte. En esa tensión entre lo monstruoso y lo inalcanzable es donde el arte se manifiesta. Usando un recurso duchampiano, copia imágenes (Brueghel y Bronzino entre otros) y las interviene con elementos de cálculo y geometría en una alquimia particular donde el relato se cruza con el estupor de lo maravilloso.
Para estos cuatro pintores el arte es el ingreso al territorio de la evocación. Son como nuevos románticos que recrean con símbolos, metáforas y arquetipos una iconografía emocionada que permita activar en el que mira el sentido metafórico del hecho artístico.
POR LAURA BATKIS