Pablo – Pablo Suárez

Prólogo del catálogo de la exposición de Pablo Suárez en Galería Matilde Bensignor. Buenos Aires, septiembre de 2007

Pablo Suárez nació el 15 de diciembre de 1937 en Buenos Aires, Argentina. Pintor, dibujante y escultor. Autodidacta. Fue pupilo del Ward, un colegio inglés de Ramos Mejía. El padre era empresario y la madre pianista. Su hermana es filósofa. Estudió agronomía en la UBA, carrera que dejó para dedicarse al arte. Realizó su primera exposición individual en 1961 en la galería Lirolay, prologada por Alberto Greco. Practicó boxeo, pintó paredes y trabajó en la radio. Además del arte, le gustaba la literatura, leer el periódico, discutir sobre política, la naturaleza, los animales (tuvo una perra que se llamaba Sombra) mirar boxeo y partidos de fútbol por televisión (fanático de Boca). Cuando era chico era tan tímido que la madre casi lo obligó a hablar. Desde entonces, cuando hablaba no podía parar. Solía dejar a un auditorio agotado de tanto conversar y cuando se iba, hombres y mujeres preguntaban si era soltero y pedían su número de teléfono. Así se iba agrandando el círculo de admiradores de Pablo Suárez, del cual él se escapaba constantemente. Vivió en Barrio Norte, Palermo, Retiro, Mataderos, Barracas y Colonia del Sacramento en Uruguay. Sus preferencias en arte argentino eran: Gramajo Gutiérrez, Molina Campos, Juan de Dios Mena, Medrano, Lacámera, Berni, Garabito, Fermín Eguía, Norberto Gómez, Marcia Schvartz, Roberto Jacoby, Miguel Harte, Marcelo Pombo, Sebastián Gordín y Alejandro Bonzo. Respetaba a León Ferrari. Decía que su verdadera familia eran sus amigos y que la identidad personal se conforma por el afecto de los amigos que ensanchan nuestro mundo. Consideraba a Roberto Jacoby como a un hermano y a Miguel Harte como a un hijo. Quería a su sobrino Juan. En la década del 60 se vincula con el conceptualismo crítico. En las “Experiencias 68”, presenta su carta de renuncia al Di Tella y participa en “‘Tucumán Arde”. En el ‘70 Suárez se retira a San Luis y después a Córdoba, adoptando un estilo realista. A partir de la década del 80, usa un tono crítico de denuncia social para marcar las fisuras del sistema. Adopta el estilo parodial y grotesco del arte popular para lograr un mensaje eficaz y directo. Al final de su vida quiso apartarse del tono declamatorio, cuando percibió que la denuncia masiva se empezaba a convertir en una herramienta mediática perdiendo así su tono crítico para convertirse en un mensaje banalizado por los medios de comunicación. Entonces optó por el “pequeño tema” como la solidaridad y los simples actos cotidianos de gente anónima. Citaba poesías de memoria, en castellano y en inglés. Al constatar en los libros que efectivamente existían, uno no entendía cómo hacía si en su casa no había biblioteca porque regalaba los libros cuando ya los había leído. Le gustaba ser libre. Pensaba una obra un año antes de hacerla y se la contaba obsesivamente durante un año a sus amigos. No hacía bocetos ni proyectos, sino que imaginaba cada detalle de sus trabajos en sus largas caminatas. Le gustaba exponer con gente más joven. Con Monzo y Prior en los años ’80, con Harte y Pombo en los ’90. Convivió con Horacio Campillo, Alicia Lufiego y Gustavo Marrone (consecutivamente y en diferentes años). Confesaba haberse enamorado una sola vez, cuando era adolescente. Amor al que le dedicó su obra “Oh destino adverso” (árbol seco por el flechazo apasionado de Cupido). En 1994 fue docente en el taller de Barracas, creado por la Fundación Antorchas, junto con Luis Benedit. Una actividad que detestó porque decía que los artistas sólo querían hacer carpetas prolijas para conocer curadores y hacer carreras profesionales de manera veloz, como la Academia Pitman del arte contemporáneo argentino. En las clases decía lo que pensaba sobre la obra de los artistas y eso hacía llorar a muchos, especialmente a las mujeres. Esta actitud le generaba enemistades. Últimamente había tomado cierta distancia y prefería no opinar sobre la obra de los demás para evitarse un problema. Como historiadora de arte, Laura Batkis prologó todas sus muestras desde 1993, año en que se conocieron personalmente. Desde entonces fueron compañeros íntimos y entrañables, compartiendo largas conversaciones sobre el arte y la vida. En 1997 Pablo y Laura conformaron una sociedad conyugal, hecho que le permitió al artista acceder a la obra social de la UBA, donde su amiga era docente, debido a que ya estando enfermo y por razones de edad, no le era posible ingresar en un sistema de salud. En 1999 se radicó en Colonia, Uruguay, en la casa que se construyó en Pinar de Hurtado con el dinero que ganó al obtener el Premio Costantini por su obra “Exclusión”. Murió el 15 de abril de 2006 en el Hospital Durand de Buenos Aires víctima de un cáncer de riñón. Durante los 3 meses que estuvo internado, pensó su Última muestra, cuyo título sería “Beau Geste” (Bello Gesto) y que no llegó a realizar. Decía que el hospital le daba ideas. El punto de partida era un cuadro expuesto en “Serenamente andando”, la muestra en el C.C. San Martín del 2005. Quería volver a pintar porque su mensaje era urgente y no tenía el tiempo más demorado que exige la escultura. Pensó 15 obras de gran tamaño con una paleta colorida y saturada como los azules de Gramajo Gutiérrez. Sus cenizas fueron esparcidas por sus amigos Miguel Harte y Laura Batkis en el Río de La Plata en la orilla uruguaya de Colonia. En la playa del Real de San Carlos- lugar que frecuentaba tomando mate al atardecer- cerca del Hipódromo, a las 15.45 hs. del 13 de octubre de 2006, bajo un sol radiante de una belleza agónica y el sonido del galope de la yegua Musa Inspiradora que, inesperadamente, fue testigo del ritual silencioso y final de una ceremonia perpetua.

POR LAURA BATKIS