Domingo 24 de mayo de 1998.
Ayer se inauguró en la Fundación Proa una enorme retrospectiva que recrea un momento fundacional de la historia argentina: los tumultuosos años del gobierno de facto de Onganía mezclados con los inicios del arte conceptual y el violento cierre del célebre Instituto Di Tella. Este “revival” de obras del ’68 promete reabrir un largo debate. Es más, la polémica ya empezó.
Entrar en el edificio racionalista de la Boca, que alberga la Fundación que preside Adriana Rosenberg, es como sumergirse en el tunel del tiempo para recordar que en este país donde abunda la amnesia histórica y la anorexia cultural, alguna vez existió la discusión y la polémica intelectual.
La exposición Experiencias ‘68 es la reconstrucción de una muestra colectiva realizada hace treinta años en el Centro de Artes Visuales que presidía Jorge Romero Brest en el Di Tella. Fue un centro de experimentación y vanguardia artística. Comenzaron a realizarse, en consonancia con otros centros mundiales, las primeras manifestaciones conceptuales, el arte de actitud, los happenings y las performances. La obra original dio lugar a la producción en serie, en la que el artista proyectaba una idea que luego se podía llevar a la práctica ya sin su intervención, y que podía incluso reiterarse en cualquier momento, perdiendo de este modo el concepto de obra única, investida de un aura “sagrado” e intransferible.
Teniendo en cuenta que las Experiencias fueron básicamente realizaciones de carácter conceptual, no tiene importancia que en esta muestra no estén las obras “originales”, ya que están sus reconstrucciones, hechas en base a documentos que informan sobre su aspecto inicial. Por lo tanto, la muestra no es el Di Tella ‘68, sino la reconstrucción hoy, en 1998.
Cada obra se presenta con la fotografía a partir de la cual se hizo la nueva versión. Es claro que, como dice la curadora Patricia Rizzo, “toda reconstrucción es ficción”, un intento por recrear, de algún modo, el espíritu de aquella época, aún en las condiciones actuales. Cuando la policía censuró el Baño de Roberto Plate, en cuyas puertas el público había escrito frases insultantes contra Onganía, los artistas decidieron destruir toda su producción en plena calle Florida, ante la mirada pública.
Gracias a las fotos tomadas entonces por Oscar Bony están hoy esos documentos que Rizzo usó, junto con archivos de la época, para volver a armar esas obras con ayuda de los artistas vivos (solamente dos han fallecido, Azaro y Mesejean). Algunos siguen en Argentina, pero la mayoría reside en el exterior. Son Alfredo Rodríguez Arias, Rodolfo Azaro, Oscar Bony (cuya Familia obrera, performance con obreros de carne y hueso sentados durante toda la exposición y con un cartel que dice: “Ese trabajador, por estar en exhibición, duplica el salario que cobra en su trabajo habitual”), Delia Cancela y Pablo Mesejean, Jorge Carballa, Roberto Jacoby (con Mensaje, obra sobre los medios de comunicación con un teletipo que transmite las noticias del día), David Lamelas, Margarita Paksa (Comunicaciones: un Winco y un disco con sonidos y gemidos eróticos), Roberto Plate (con el Baño censurado), Juan Stoppani (Todo lo que Stoppani no se pudo poner: una bella modelo con un turbante de tafeta de 200 metros y 200 manzanas verdes para comidas por el público), Pablo Suárez y su audaz renuncia al Instituto, y también Antonio Trotta.
Si la vida comunitaria genera valores, la identidad de un grupo socialcultural dependería en gran medida de sus recuerdos. Estas Experiencias ’68 proponen una reflexión crítica sobre el recorte de una historia no olvidada pero poco revisionada, para evitar que quede en los libros tan sólo como el “mito” de un puñado de artistas “rebeldes” amparados por el Instituto di Tella. De hecho, tal discusión comenzó entre críticos, galeristas y artistas incluso antes de la inauguración. Y continuará hasta el 19 de julio, de martes a domingo y de 11 a 19, en Pedro de Mendoza 1929.
POR LAURA BATKIS