Prólogo del libro “Art from Latin America”, publicado en ocasión de la exposición “La cita transcultural”, realizada en el Museo de Arte Contemporáneo de Sydney, Australia. 1993.
Escenas dentro de escenas, imágenes que se multiplican y proyecciones fotográficas que insinúan la ingravidez de una imagen que aparece con la levedad de una huella. Toda exposición de Benedit es una profunda reflexión en torno de la identidad cultural, donde se alternan distintos enfoques que se complementan dialécticamente en el contexto de toda instalación. Su recorrido se inicia en el momento anterior a la fundación de la Nación, a partir de los registros dejados por navegantes, misioneros, pintores y científicos que incursionaron en América del Sur en los siglos XVIII y XIX. Creado en 1776 el Virreinato del Río de la Plata por la Corona española, se dibuja el primer mapa de lo que sería el futuro territorio argentino. Es entonces donde Benedit comienza esta serie, con el pintor sevillano José del Pozo, quien deja las primeras imágenes de los nativos de la Patagonia durante la expedición Malaspina en 1789.
El derrotero avanza con los testimonios precisos de los viajeros naturalistas. Alexander von Humboldt y su descripción del continente sudamericano que establece los fundamentos de la moderna geografía física y Charles Darwin, que en 1831 emprende un viaje alrededor del mundo para comprobar las verdades de la Biblia, y que termina convirtiéndose en su libro El Origen de las Especies. Benedit sigue el rumbo y se detiene en la acción evangelizadora de las órdenes religiosas. Siempre con la mira puesta en el sur, rescata la historia del indígena araucano Ceferino Namuncurá, nieto del gran cacique de la Patagonia. Como otros de su raza, es evangelizado por los misioneros salesianos. Como otros de su raza – fuerte en su ambiente – en contacto con los blancos se revela indefenso y muere a los diecinueve años tuberculoso en Roma. Ahora el mapa de la Argentina va adquiriendo contornos más definidos. El desarrollo de la producción agropecuaria y la apertura de la inmigración europea en 1862 configuran un proyecto de política nacional. Se organizan sociedades artísticas, agrupaciones científicas y establecimientos educacionales. En el seno de una sociedad heterogénea, conviven y se diferencian las colectividades de inmigrantes por un lado y el sector más tradicional y conservador por el otro. Gringos, españoles, criollos y los grupos marginados de la población nativa, cuyo poder ofensivo es aniquilado definitivamente con la Campaña del Desierto en 1879. El itinerario culmina en Ushuaia, en el kilómetro 3202 donde termina el territorio argentino. De allí Benedit recoge la historia del Reverendo Thomas Bridges, que era un misionero anglicano a cargo de la evangelización de los nativos fueguinos. Atrapado por la atracción final de ese último confín del mundo, unos años más tarde se establece con su familia en Tierra del Fuego, donde muere en 1898 a los cincuenta y seis años. En el transcurso de la evangelización, Bridges estudia el lenguaje de la etnia yamana y recopila 32.000 palabras en un diccionario. Extraña reliquia, el Yamana English Dictionary es hoy la única señal del pueblo canoero más austral del continente. El informe de un huérfano inglés sobre el lenguaje de un pueblo extinguido. La transculturalización en América se enmarca dentro del proceso de colonización pastoril, donde el indígena aparece como un factor de perturbación. Benedit presenta un conjunto de obras que son metáforas de poder y la violencia, donde analiza los cráneos con la marca del orificio dejado por un proyectil calibre 44 como MacLennan. En la concepción del darwinismo social imperante en la época de los acontecimientos, capturar al indio, alimentarlo y trasladarlo lejos de su territorio ancestral era causa de gastos y molestias que podían obviarse con el exterminio definitivo. Una serie de retratos fueguinos evocan la historia de tres yaganes, Jemmy Button, Fueguía Basket y York Minster, que en 1828 son llevados por Fitz Roy a Inglaterra para ser civilizados y retornados a su lugar de origen tres años después como agentes civilizadores. En 1859 Jemmy Button – indio fueguino que fuera canjeado por unos botones- encabeza una rebelión en contra del padre Thomas Bridges – misionero inglés que fuera encontrado en un puente de Bristol. Historias de vidas que se cruzan y superponen, Button, Bridges y Ceferino son tres hombres que viven en el exilio, al margen de su propia cultura. La reducción de indígenas llevada a cabo por órdenes religiosas evitaba la extinción pronta y cruel, no obstante que, a la larga, su fatídico destino no variaría. Para la época de la expedición de Darwin, las pieles rojas de América del Norte estaban agonizando, lo mismo ocurría con los aborígenes de Australia. A fines del siglo XIX los pueblos fueguinos estaban casi extinguidos.
La conquista de América provoca el encuentro de dos maneras distintas de clasificar el universo. Dos maneras que hasta ese momento funcionaban en la certeza de su mutua ignorancia. En una actitud introspectiva, Benedit busca indicios que sirvan como posibles anclajes en la conformación de una cultura propia. Se embarca en un viaje por la iconografía argentina a partir de la legitimización de la mirada de aquellos que nos observaron por primera vez. Cuando esas miradas teñidas de memorias y algunos olvidos se juntan en el instante preciso del descubrimiento del otro. Y en esa mirada inaugural, la descripción del Nuevo Mundo se hace en los modos de las lenguas nacionales de españoles, ingleses y alemanes. La imagen de la nueva realidad es traducida bajo las normas de representación del viejo continente.
Y a su vez, el viaje en los espacios de América es realizado por hombres que – aunque pertenecientes al mismo hemisferio de la cultura occidental – se expresan con construcciones conceptuales distintas y diferenciadas entre sí. Con una metodología analítica Benedit traduce esos primeros gestos dejados por Del Pozo, los retratos de los indígenas fueguinos tomados por Fitz Roy, la imagen anónima de la estampita de devoción popular con la figura de Ceferino, en un recorrido paralelo que reconstruye el documento original. La escena de la escena, la reinterpretación de otra imagen, todo el sistema se basa en la estrategia de la reproducción, elemento clave en el desenvolvimiento de la enseñanza artística en nuestro país con los modelos de importación cultural. En los siglos XVII y XVIII, el quehacer pictórico está principalmente en manos de los ilustradores viajeros. Con la creación de la Academia Libre de Dibujo y Pintura en 1878, se importan calcos de yeso de Florencia, sustituyendo la reproducción a través de estampas. La descripción del aborigen perfeccionan los nuevos sistemas de reproducción mecánica de la imagen, como el daguerrotipo y la fotografía. Benedit también se apodera de esta otra mirada, más aséptica y distante, y proyecta sobre la pared el último registro de un indio yagán en su hábitat, con el cuerpo desnudo en posición acuclillada portando su arpón de pescar. La visión previa a la civilización, que en su inmaterialidad transparente surge como el testimonio mudo de una memoria olvidada por otras urgencias.
Evitando antiguas querellas, Benedit se sitúa en el límite donde se entrecruzan los discursos y las miradas, planteando la valoración positiva del mestizaje cultural. Se sumerge en el viaje interior de la conciencia histórica para tratar de entender la manera de los que habitamos esta zona del mundo, la más austral, la que se acaba en el paralelo 54.
POR LAURA BATKIS