Prólogo del catálogo de la exposición “Catedrales” de Alberto Passolini en Espacio Giesso Reich, Buenos Aires, 1998.
Apuntes de una conversación con Laura Batkis.
“El tema de la ruta surge porque cuando yo era chico mi viejo trabajaba en el mercado de fruta y verduras de Zárate. Cuando él salía por la ruta como camionero yo lo acompañaba, y él me hacía hablarle durante todo el viaje para que no se durmiera. El escenario de ese monólogo era la ruta, que después siguió apareciendo como imagen cuando yo trabajaba en el mercado de Beccar. Nací en San Fernando, a los 7 años fui a Beccar. En Buenos Aires hice 2 años de la Pueyrredón y me fui porque no estaba cómodo. Trabajaba un poco a lo académico, me buscaba grandes temas. Hasta que en 1993 hice el famoso viaje iniciático a Europa por 3 meses, me quedé plasmado porque aquí uno tiene la cultura de la lámina, entonces cuando te encontrás con el original, se te parte la bocha. Volví anulado. Hablé mucho con Mildred Burton, con quien compartí un taller el año pasado. Pinté un solo cuadro en 6 meses, porque observar su vida me parecía más importante que pintar. Converso bastante con Víctor Grippo y con Pablo Suárez. Me gusta mucho lo que hace Fermín Eguía. Después del impacto del viaje empecé a trabajar con negativos de fotos que iba tomando, los pintaba en blanco y negro. Siempre aparecían en un contexto de la Panamericana. Así salió El Martirio de Santa Rubén de Panamericana, que es un travesti muerto. Después pinté los cuadritos chicos con rutas. Como yo no vivía en el centro me la pasaba viajando, y lo que veía todo el tiempo era el asfalto y las líneas blancas. Entonces pensé que eso era lo que me iba a tocar pintar a mí, porque cuando estaba en Europa y pasaba con un tren por la Selva Negra, veía que era todo como pintado por Brueghel. Cada uno pinta su aldea, y mi aldea son las rutas. Un día ví una película de David Byrne, True Stories, en un momento él maneja un auto, pasa por una autopista y dice – “En el fondo las autopistas sirvieron para que las ciudades sean posibles” y otro agrega –“son las catedrales de nuestro tiempo”-, después de una pausa y de mostrar varios planos de autopistas Byrne acota –“Yo no lo creo”. Me di cuenta de la exaltación que yo tenía por la ruta, y a la vez una gran desconfianza. Me tocó vivir ahí, pero no sé si yo hubiera elegido eso. Tengo una cultura enciclopédica, uso partes de los cuadros de Ucello y de Caravaggio con el fondo de la Panamericana. Luego vinieron los objetos de esta muestra, donde empecé a darle vida a las cosas que son características, como las líneas blancas que dividen a los carriles, los guardarailes y los conos de señalización. En Dos que se encuentran viene uno de los guardarailes, sale de la pintura rompiendo la ruta y se choca de frente con alguien que viene haciendo lo mismo del otro lado, que es él mismo reflejado en un espejo y formando un corazoncito. Magnífica atmósfera sale de la publicidad que siempre aparece en los folletos de los hoteles de la ruta. Más allá hay monstruos lo tomé de la frase que usaban en los mapas antiguos para indicar que era un lugar desconocido, como cuando vas por una ruta, que sigue, pero no sabes muy bien hacia dónde, por eso se asoma una serpiente que va rompiendo el pavimento. En el Homenaje a Paolo Ucello uso el dragón de Ucello, pero en vez del lanzazo de San Jorge, está herido por la marca de una rueda que le pasó por el cuello y lo atropelló. Me gusta oir las cosas que dice la gente cuando viajo en colectivo. Así surgió la obra que estoy haciendo ahora, es como una eyaculación de la ruta. Una vez escuché a alguien que decía ¿viste cuando acaba la ruta?
Viendo ahora todo esto me parece que lo mío es como una fantasía de ruta a lo Walt Disney, ¿no te parece?”
(Aquí apagué el grabador y seguimos hablando de arte mientras escuchábamos canciones de Suzy Solidor).
POR LAURA BATKIS