Edición septiembre 2000. Buenos Aires, Argentina.
Con una claridad compositiva impecable, las fotografías de Gerardo van Waalwijk van Doorn evocan el universo personal de un artista que llama la atención por su talento y por su extrema juventud, dos datos de una biografía que, cuando se juntan, pueden generar como en este caso un resultado sorprendente.
Cuando vi su exposición en el Centro Cultural Recoleta, me llamaron la atención sus fotografías. Recientemente, en el Museo Nacional de Arte Decorativo, me topé con otra de sus muestras. Entonces, no lo dudé. Un amigo de la redacción me dio su número de teléfono, y lo convoqué para realizar esta entrevista.
Llego a Uriburu y Peña, subo al 3er.piso. Me atiende su padre y me dice:
“Gerardo está por llegar. Se atrasó porque está haciendo un trabajo para Visa, la tarjeta de crédito”. Espero en el living observando el entorno. Bibliotecas y más bibliotecas, libros de literatura, filosofía, viajes. Después supe que su madre es profesora de literatura y su padre, periodista. Estoy a punto de tomar algún libro para amenizar la espera cuando escucho la llave de la puerta. Entra un chico, con aspecto adolescente, de una delgadez extrema. Esos cuerpos que circulan por la vida con una fragilidad latente. Me pide disculpas por la demora. Entonces mi asombro se convierte en estupor cuando percibo que se trata del artista. Vamos a su cuarto, que es su estudio. Y empezamos a hablar, mientras miro las fotos desparramadas por todos los rincones. Pone música clásica, y me habla con una formalidad que no coincide con su aspecto, una especie de Tadzio de Muerte en Venecia.
Tiene 19 años. Empezó a estudiar fotografía a los 12, con Alicia D’Amico, mientras realizaba su formación académica en La Plata, lugar donde nació. Hace dos años se instaló en Buenos Aires porque ingresó en la carrera de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires.
La Plata: un siglo, un instante, fue una exposición de 1996, entre otras cosas, lo llevó a Kentucky, en Estados Unidos. Son fotografías digitales, realizadas cuando esta técnica ni siquiera se vislumbraba en el mundo del arte, que reúnen imágenes de La Plata en un recorrido a través de la historia del lugar. La fotografía del Teatro Argentino de La Plata (que un incendio destruyó en octubre de 1977), convive con una imagen en blanco y negro tomada el día de la inauguración de dicho teatro, una bailarina, el pesado telón rojo y el dorado de sus interiores. Como un sueño recreado en el presente, Gerardo une los datos, los hitos y su memoria personal de la ciudad en la que vivió durante 17 años. En otra de sus fotos, el Dr. Dardo Rocha, fundador de la ciudad, aparece con un reloj de péndulo, regalo de sus amigos, al compás de cuyas agujas se suceden los rostros desde la juventud hasta la ancianidad. Y la Catedral de La Plata, con sus arcadas, nervaduras y vitrales, interpretadas en la pantalla de una computadora en Adobe Photoshop.
La catedral platense es también el tema de un libro, cuya portada fue tomada por el artista. “Este libro fue bendecido por el Papa”, me dice. Al abrirlo, se lee la siguiente inscripción: Dedicado al Señor Gerardo van Waalwijk por el fervor de su arte puesto al servicio de la fe.
En las obras actuales, la fragmentación es el hilo conductor de su producción fotográfica. Toma una enorme cantidad de fotos, de tamaño familiar (10 x 15 cm.), en las que registra cada detalle, cada curva, hasta ese mínimo rastro de sus modelos, que el espectador común jamás llegaría a ver. Su visión aguda, de una observación penetrante, casi obsesiva, documenta en toda su plenitud los objetos elegidos.
Primero fueron edificios. Su saga urbana incluye las torres de vidrio de Puerto Madero, con los reflejos espejados de los autos y las calles, los docks reciclados, el río y las embarcaciones. Luego realizó los retratos de 20 artistas, entre lo cuales están Edgardo Giménez, Raúl Lozza, Luis Benedit, Luis F. Noé, Rogelio Polesello, Miguel Ocampo, Wells y Doffo. Después arma como en un rompecabezas cada una de esas fotos y compone una imagen total, abarcadora.
Con absoluta libertad, el fotógrafo manipula la imagen usando recursos técnicos del acervo de la historia del arte. La visión fragmentaria del cubismo francés, el movimiento y la simultaneidad virtual del futurismo italiano, el marco recortado y polimorfo de la abstracción norteamericana, que también tiene reminiscencias del arte concreto argentino, como los cuadro-objetos de Carmelo Arden Quin y Gyula Kosice.
GERARDO: Mi idea es empezar a experimentar sobre nuevos lenguajes para la fotografía. La fragmentación es una excusa. Está tomada como un gesto posmoderno, con esta cultura del videoclip, de querer poseer todo a través de fragmentos. La base de la fotografía es el reflejo o documento de la realidad. Otro rasgo típico es el soporte, que es un cuadrado o un rectángulo. Lo que yo me propongo son dos cosas: romper con esa idea predeterminada de que el borde de la fotografía sea normativo y alejarme de la idea mimética de la reproducción de la imagen. Yo construyo la obra, cada fragmento es un medio para llegar a otro fin que es la imagen armada según mi propia visión del modelo.
NX: En el caso de los retratos de artistas, ¿cómo es el proceso?
G: Las tomas surgen de un día entero de trabajo, en el que comparto un momento en la vida del artista, trabajando en su taller. Después, una vez en mi casa, proceso el material.
NX: Las fotografías de La Plata tienen un clima de ensueño…
G: Sí, como un tono surrealista. Uso el fluir de la conciencia, un recurso literario que a mí, particularmente, me interesa muchísimo.
NX: También tenés una serie de retratos muy clásicos, en blanco y negro.
G: Es que mi formación es clásica. Hay que tener una base académica, y a partir de eso, después uno se puede alejar de lo normativo para empezar a crear una imagen nueva, distinta. Es tan simple como esto: para saber desarmar hay que saber armar.
NX: Tenés mucha claridad conceptual con respecto a tu trabajo.
G: Uno sabe hacia adónde apunta. Es como en la vida. Pienso que uno puede armar su propio destino. Primero hay que desear mucho las cosas para que le pasen, es fundamental. Reconozco que he alcanzado lo que yo quería en muy poco tiempo.
NX: ¿Cuáles son tus próximas metas?
G: En lo inmediato estoy trabajando en varios proyectos. Estoy retratando una serie de jóvenes meritorios argentinos; otra serie de mujeres argentinas para la embajada de Italia; un trabajo sobre la ópera; otro con un equipo de diseñadores gráficos. También estoy documentando las obras arquitectónicas de Clorindo Testa, como el Banco de Londres. Pero lo más interesante que algún día voy a lograr es romper el último de los tres pilares de la fotografía: pasar de la bidimensionalidad a la tridimensionalidad. Hay tres caminos: a través de una sensación óptica; crear profundidad despegando distintos planos dentro de una imagen; y por último concebir a una persona como un volumen, acercando la fotografía a la escultura. Y viajar. Ahora estoy ahorrando dinero para irme a París.
POR LAURA BATKIS