Entrevista a Eduardo Costantini, Buenos Aires. Nº 151, Marzo de 1999.
El empresario y coleccionista porteño Eduardo Costantini acaba de exhibir su colección de 113 obras en el Museo de Arte Moderno de Sao Pablo. La muestra seguirá por Río de Janeiro y el año próximo se montará en México y Chile para establecerse definitivamente en el Museo de Arte Latinoamericano que piensa inaugurar en Buenos Aires en el año 2000. Compró un terreno en Figueroa Alcorta y San Martín de Tours y convocó un concurso internacional para el proyecto del edificio, que ganaron tres jóvenes argentinos, Alfredo Tapia, Martín Fourcade y Gastón Atelman. Dice que este proyecto se junta con el coleccionismo, cuando hace casi tres décadas compró su primer cuadro a los 24 años. En una entrevista exclusiva, el financista le adelanta a Lápiz detalles de este nuevo emprendimiento.
PREGUNTA: -¿Cómo se va a implementar el proyecto del Museo de Arte Latinoamericano?
COSTANTINI: -Habrá un espacio permanente con la colección Costantini, una sala de exhibición temporal con exposiciones que van a ir rotando, un auditorio, una biblioteca, una librería y un restaurante. El objetivo principal es convocar a la gente, por eso se van a programar actividades para chicos y para la tercera edad.
P: -¿Esto implica la conformación de un equipo multidisciplinario?
C: -Sí, el museo se tiene que caracterizar por su nivel profesional, manejarse como lo hace hoy un museo en el mundo moderno. Tendrá relaciones institucionales con otros museos. La Fundación ya estableció contactos con el Museo de Arte Moderno de Nueva York, que conoce el proyecto, porque estuve personalmente con el director, con Rockefeller y con el encargado de las relaciones institucionales. Tienen la mejor predisposición para ayudarnos y asesorarnos.
P: -¿Quiénes constituyen la Fundación?
C: -Hoy la Fundación Costantini es familiar, yo soy el presidente, están mis hijos y mi mujer, Gloria. Sin embargo, tiene que ser un proyecto que se apoye en muchas personas. Por eso hemos decidido cambiarle el nombre. Si bien en el mundo está el Guggenheim o la fundación Ghetty, me parece más objetivo y aséptico que no lleve nuestro apellido, sino que tenga un nombre genérico, que es Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires.
P: -¿Quién es el arquitecto que diseñó el edificio?
C: – Esto se relaciona también con mi respuesta anterior, no quise elegir arbitrariamente un proyecto. Se convocó a un concurso público a través de la Unión Internacional de Arquitectos. La selección del proyecto fue realizada por un jurado internacional. Se registraron 800 estudios de todo el mundo de 40 países, manteniendo estricto anonimato. Lo más sorprendente fue que el proyecto ganador -y enfatizo que era anónimo-, resultó ser un estudio de tres arquitectos argentinos muy jóvenes (30 años), de Córdoba. Ellos son Alfredo Tapia, Martín Fourcade y Gastón Atelman.
P: -¿Cuándo comienzan la construcción del Museo?
C: -Estamos terminando todos los planos para poder legalizar la obra a fin de año y comenzarla inmediatamente. Calculo que trabajando mucho tendríamos que terminarlo en un año y medio, para inaugurarlo en el 2000. Es un esfuerzo muy grande, tanto financiero como de organización, porque ya estamos en la cuenta regresiva.
P: -La inauguración va a ser un hecho histórico, es la primera vez que en la Argentina se podrán ver públicamente obras de artistas latinoamericanos internacionales, ¿Ya se imagina cómo será el lanzamiento del evento?
C: -Sí, estoy pensando en la exhibición que acompañe a la colección permanente para la apertura.
P: -¿Cómo se va a manejar la dirección del mismo?
C: -La idea es armar una Asociación de Amigos que sea un board, un directorio conformado por argentinos y latinoamericanos principalmente, y otro extranjero que no sea de Latinoamérica que tenga una visión artística más globalizada. Con respecto al director, voy a separar la dirección específicamente artística de la dirección administrativa, luego habrá un responsable para cada una de las áreas que mencioné anteriormente. Solamente si pensamos en la biblioteca, es un trabajo de investigación enorme. También habrá un curador a cargo de las exhibiciones temporarias.
P: -¿Ya hay gente convocada para estas funciones?
C: -Están acá adentro (se toca la cabeza), hay conversaciones para establecer la ideología y el concepto del proyecto, pero no hay todavía ninguna persona designada.
P: -¿Cuál es ese concepto, básicamente?
C: -Despersonificarlo. Esto es fundamental para que no muera en un destello inicial. Yo hago los proyectos pensando a muy largo plazo. Hay que ir despacio, de menor a mayor, para ir conformando una idea a través del tiempo.
P: -¿Cuándo empezó a gestar esa idea de armar un museo?
C: -Yo le diría que esto comienza cuando yo compré mi primer cuadro, a los 24 años. Quería un Berni y, como no me alcanzó el dinero, compré un Vasileff (que todavía lo tengo aquí, en la oficina) y un Presas; los pagué en cuotas. Después de ocho meses compré otro cuadro y así de forma esporádica y desarticulada me dí cuenta de que era un coleccionista. En los años ’80, cuando tuve más posibilidades económicas, pensé que podía formar una colección importante, y en esto me ayudó Ricardo Esteves, un amigo que sabe mucho de arte. A medida que fueron pasando los años tuve conciencia de que la colección tenía que ser pública, para que subsista cuando yo muera garantizando que no se divida. De pronto apareció un terreno y se adelantó el proyecto del museo.
P: -Sigue formando la primera colección importante de arte latinoamericano, y ahora concreta el sueño de un museo propio. ¿Considera esto como un acto creativo?
C: -Es un proyecto que tiene creatividad, pero no diría que es artístico. Tiene creatividad porque surge de la nada, y tiene el sabor de ver cómo algo se va amasando, rotando y conformando hasta que se llega a concretar.
P: -Usted sigue coleccionando; ¿hasta dónde quiere llegar?
C: -Este proyecto es inagotable desde el punto de vista económico, por eso me pongo metas muy selectivas, y espero a los cuadros. Hay prioridades, faltan piezas fundamentales como Rivera, Tamayo, Orozco, Siqueiros, Mérida, Reverón, un óleo de Matta, faltan muchas esculturas y muchas más obras todavía. Haciendo un seleccionado de cuadros de primerísima calidad de los distintos países, se da más fuerza a todo el conjunto.
P: -Con referencia al arte argentino, ¿qué falta en su colección?
C: -De los maestros, falta un buen cuadro de Spilimbergo. Las nuevas generaciones están entrando con los premios Costantini y otros artistas que estamos viendo, como Guillermo Kuitca, de quien acabo de comprar una obra.
P: -¿Cuáles son las últimas adquisiciones en su colección?
C: -Una escultura de la brasilera María Martins; es una pareja que se llama Imposible, un yeso del año 1945. La compré para el museo.
P: -Su colección está valorada en 40 millones de dólares. A veces son más difundidos los precios que usted paga por los cuadros que las obras mismas. Sus compras se caracterizan por las altas cifras pagadas en subastas públicas, causando un gran impacto publicitario; como los tres millones por el Autorretrato de Frida Kahlo y el millón y medio por Abaporú, de Tarsila do Amaral. ¿Le incomoda que su colección siempre esté asociada al valor económico?
C: -Sí. Las compras que hice públicas fueron para movilizar el mercado y para que la colección se haga conocida, así la gente la quiere ver. Pero después el proyecto se tiene que imponer a través de la calidad, y no a través del precio pagado. En la subasta de Nueva York compré un Wifredo Lam de más de un millón de dólares, y esto salió publicado en todos los medios. Y sin embargo nadie se interesó por el Seguí que me costó 22 mil dólares, y que es una obra espectacular, que en el museo va a estar colgada a pocos metros del Lam. Con el arte, todos preguntan por el precio, es como si uno dijera “tuve una operación de 15mil dólares”, en vez de decir “me operé del corazón”.
POR LAURA BATKIS