Buenos Aires, 20 de enero de 1999. Año 2 – N° 81
Definitivamente no es un amor pasajero: hoy la plástica argentina ocupa un espacio importante en el panorama artístico internacional. El fenómeno que se inició hace algunos años se verifica en estos días gracias a la presencia de muestras en el exterior y a los precios en alza de las subastas neoyorquinas.
En febrero hay dos eventos que se destacan. El 22 se inaugura Cantos Paralelos en el Museo Jack Blanton de Texas, Estados Unidos. Es una muestra sobre el uso de la parodia en la Argentina que organiza la mexicana Mari Carmen Ramírez, quien incluyó a los artistas Berni, De la Vega, Heredia, Suárez, Distéfano, Santantonín, Grippo, Ferrari y Benedit.
Por otra parte en España tendrá lugar del 11 al 16 de febrero la prestigiosa Feria de Arte Contemporáneo (ARCO) de Madrid. Las ferias de arte están compuestas por galerías y sirven para confrontar los precios del mercado y fomentar al coleccionismo. ARCO invita bajo la supervisión de un comité que logra mayor calidad: en esta 18ª edición intervendrán 232 galerías de 30 países.
La participación oficial de la Argentina está a cargo del Fondo Nacional de las Artes, organismo que preside Amalia Lacroze de Fortabat. El envío del Fondo, a diferencia de las galerías privadas, debe ser una especie de puesta al día de la producción actual en estas latitudes. La comisión directiva de esta institución elaboró las propuestas curatoriales de Guillermo Whitelow, Fermín Fevre y Luis Benedit, actuales miembros del directorio. Y finalmente, el comité de ARCO aceptó a Raúl Lozza como artista de honor y la muestra de los cuatro artistas jóvenes sugeridos por Benedit.
Se trata de Elba Bairon, que trabaja con objetos ornamentales tomados de cornisas arquitectónicas, y de las impresiones digitales de Karina El Azem, con diseños de azulejos populares. Leandro Erlich presenta un living de tamaño natural con una obertura que simula falsamente un espejo, por donde se ven los muebles de la sala en posición invertida.
La obra de Martín Di Girolamo fue la más cuestionada por su contenido pornográfico. Es una instalación de yeso montada sobre una pared de diez metros que consta de siete medallones con retratos de actrices porno. Por encima, un friso de apariencia neoclásica con molduras y hojas de acanto enmarca el conjunto. Esta banda horizontal tiene los tradicionales óvalos con relieves de la decoración decimonónica, pero el artista sustituye las figuras mitológicas grecorromanas por escenas de mujeres en actitudes masturbatorias. Di Girolamo señala que no es “una mirada crítica sobre la mujer-objeto sino una celebración del deseo como base de la vida, y por eso homenajeo a estas actrices como se hace con los retratos de próceres y los bustos de emperadores romanos”.
POR LAURA BATKIS