Buenos Aires, junio de 2004. Nº 3.
Daniel Santoro se propone ser el pintor del peronismo fundacional, recuperar el contenido ideológico en arte, y armar una gran instalación para ver escenas de la utopía peronista. Crítico y apasionado, le cuenta a Laura Batkis la compleja alianza entre arte y política.
La casa de Santoro en Congreso parece un gabinete de curiosidades como la de aquellos duques del Renacimiento que juntaban rarezas en búsqueda de la piedra filosofal. Hay una enorme biblioteca repleta de volúmenes de libros de arte y manuales peronistas, junto a su colección de caracoles, insectos y reptiles en formol y juguetes. Un cuarto está ocupado por una maqueta de una ciudad que el artista que empezó con la construcción de Calabria, la ciudad natal de su madre fallecida. No pudo parar y continuó ampliándose hasta ser una ciudad ecléctica, en la que edificios norteamericanos están junto a un country, una villa, soldados y un tren funciona entre las luces encendidas de cada edificio. En otra sala, hay un enorme mural pintado, recuerdo de las escenografías que realizaba para el Colón, con las figuras de Leonardo y Paracelso en primer plano. Nos sentamos en su taller, rodeados por sus cuadros con esos niños con delantales como caparazones del Estado protector, heladeras Siam y aviones Pulqui para realizar esta nota.
¿De dónde sacás la iconografía de tus cuadros?
De libros como este. (Me muestra un enciclopedia , tapa dura, letras en dorado, “La Nación Argentina, Justa y Soberana”, 1950). Es una enciclopedia dibujada y coloreada de manera popular de todo lo que había hecho el gobierno hasta el año 1950. Me interesan los recursos gráficos, que yo los defino como una especie de stalinismo blando. Toman los posters soviéticos y en vez de facetarlos, le ponen gauchos felices, con rosas, amarillos, colores alegres, para que no parezca comunista.
Es un compendio dibujado del modelo de sociedad justicialista.
Sí, está todo, el plan quinquenal, todos los barcos, todas las escuelas, todas las casas, todos los aeropuertos, es muy loco. La parte ideológica no tiene desperdicio, siempre el antes y el ahora, el trabajador antes como esclavo y ahora como hombre libre. O frases como “Ayuda social sí, limosna no”. “La ayuda social va para mitigar necesidades y restituir a la sociedad como lentos actos a los descendientes de los desamparados”.
Es como un cuento feliz, parecen los frisos medievales hechos para adoctrinar y deleitar al pueblo.
Sí, es propaganda, pero todo es real. Si buscás una de estas escuelas, la encontrás. No hay nada falso.
Una gráfica agobiante, como un exceso de información.
Es como si hubieran pensado “pongamos todo para que no nos rompan las bolas”. Es el libro más editado y más destruido de la historia Argentina.
¿Quiénes eran los artistas?
Esto es increíble….(leemos el colofón del libro) “Para este atlas no se ha contratado servicio extraordinario alguno y esa tarea ejecutada por personal permanente del Estado no ha ocasionado por consiguiente ninguna erogación suplementaria al erario. En la parte gráfica participó el equipo de dibujantes del control de Estado”. Esto es muy fuerte. Pensá cuánto sale hacer un libro equivalente hoy en día , tenés que acudir a consultoras internacionales, contratar a cantidad de estudios de publicidad.
Con esta gráfica estás ahora trabajando a partir de obras de Antonio Berni.
Cuando Berni crea la saga de Juanito Laguna, hace aparecer a este chico en un basural, sin escolarización, sin nada. Son los años 60, o sea, tiene 4 o 5 años. Podría ser el hijo de una madre adolescente. Lo que hago es continuar con la ficción hacia atrás, la historia de su madre. Si Juanito Laguna estaba en ese estado, su madre en el 49 podría haber sido una niña protegida por el Estado. Me parece que Berni no por casualidad no quiso indagar por los antepasados de Juanito Laguna, porque tendría que haberse encontrado con el peronismo inevitablemente. Me asombra cuando Berni coloca tantas chapas en sus cuadros, que ninguna de ellas tenga ningún rastro del peronismo.
Pintás mucho a Eva Perón
Es un personaje contradictorio. Hoy se la toma en su faceta revolucionaria. Por ejemplo Cristina Kirchner dice que a ella le gusta la Eva Perón crispada, la del pelo suelto que parece ser la novia del Che Guevara. Es más, si hubiéramos dejado que el fervor de los 70 prosperara hubiera sido la amante del Che.
Pero si te fijás, la Evita de la tapa de “La razón de mi vida”, que estuvo al cuidado personal de ella, es la Eva que parece un ícono religioso, con tono reposado, sonrisa amigable, mirada dulce. Y esta es la Eva que ella quería ser y demostrar. Una Eva Perón que no es feminista, que es absolutamente anticomunista y antimarxista.
Con un servilismo hacia su hombre que es Perón.
Es que Eva era un soldado de Perón. La Eva que se muestra hoy es muy parcializada, y no le hace justicia incluso a su voluntad misma. Por otro lado está la Evita restituidora de justicia, la que no hace caridad desde el Estado sino ayuda social para restituir las injusticias sometidas al pueblo. Lo hacía tal vez con excesos, visto por las damas de caridad que la odiaban. Que la siguen odiando. El gorilismo en este país es increíble. Cuando publiqué mi libro “Eva Perón para principiantes”, junto a Nerio Tello, había un poster grande de Eva que yo dibujé para promocionar el libro. Estaba en la entrada de la librería que está en el Village Recoleta. Unas mujeres se quejaron tanto, que se decidió sacarlo. Claro, no se bancan que una negrita que podría haber sido su mucama hubiera llegado al poder, en cambio si estuviera el poster del Che no molestaría, porque es como un niño bien rebelde, de apellido Lynch. El tema fuerte es el racismo contra el cabeza. Si aparece por televisión un negro es africano, pero cabeza jamás. No queremos mirar eso, y ahí está el peronismo.
¿Qué fue primero, la pintura o la militancia?
Primero fue la militancia a los 14 años, en Guardia de Hierro. Es una agrupación a veces tildada de fascista pero en realidad éramos simplemente peronistas. Peleábamos por Perón, nos asumíamos como soldados de Perón, leíamos todo lo que él había leído, como hacen los lacanianos actualmente. Tratábamos de reconstruir en nuestra cabeza cómo era su pensamiento, nos sometíamos a esa especie de lavado de cerebro. Durante la militancia yo hacía pintadas decorativas, cosa que no era habitual. Después entré en la Escuela de Arte. Y retomé la militancia en los 90 con los manuales que hago en los bares (varios volúmenes del “Manual del niño peronista”). Son como apuntes para futuras obras.
Empezaste a tener mucha visibilidad “Un mundo peronista” en la Recoleta, y el gran destape fue en la Feria de Arte del 2002, cuando una galería vendió toda tu obra.
Sí, una cosa insólita….
¿Cómo explicás este súbito fervor Santoro?
Tal vez porque apareció claramente por primera vez esta temática. Todo el tema del peronismo en la plástica fue negado absolutamente, como si no fuera material estetizable. Hay una especie de olvido, tampoco nunca nadie pintó los bombardeos en la plaza de Mayo.
¿Cuál es tu conclusión?
Que yo recuerde en los 70 lo único que se veía era iconografía peronista. Y sin embargo en al arte no se expresó, porque hay una especie de mirada que necesita de una homologación. Yo creo que es el ojo tilingo. El ojo tilingo ve todo lo que sea nacional como un exceso. Cuando Glusberg vino a mi muestra en Recoleta me dijo “Esto es como una especie de neokitsch”. Si pintás una Marilyn Monroe, una botella de Coca Cola y una bandera norteamericana dicen: “Es pop”. Ahora, si pinto una negra de acá, un mate y una bandera argentina detrás con el mismo criterio me van a decir que es kitsch. Si ese mismo cuadro lo ponés en Nueva York, es pop, porque es arte popular.
¿Te molesta que algunos vean ese tono kitsch y que el contenido peronista se lo tome como algo divertido, curioso?
El tema es la valoración. No es lo mismo decir pop que kitsch. Te someten al escrutinio del portero. En la Argentina el arte está resguardado por unos cuantos porteros. Guardianes legitimadores en función de una homologación externa, porque reciben órdenes como todo portero. Vos le decís a un portero “los negritos no pasan” y lo cumplen.
¿Y el peronismo no pasa por la entrada principal?
No, peronismo es negrito.
¿Y cómo entraste vos?
Por afuera. En el 2002 vinieron de la revista inglesa “Modern Painters”, que dirige David Bowie, que es coleccionista de arte. Fue por la muestra de Recoleta, les había llegado un catálogo. Vino el crítico de arte Julian Kreimer que escribió una nota sobre arte argentino tomando mi obra. Es el síndrome de Gardel, “lo vamos a mirar con más atención porque afuera le dan bola, dicen que es arte argentino, algo debe tener”.
También estás pintando los bombardeos del 55 en Plaza de Mayo.
Es que es un tema que no se representó. Recién ahora Saccomano en el libro “La lengua del malón” hace alusión a este tema. En esos bombardeos murieron 600 personas, entre ellas 25 chicos que estaban en un micro. Son muertos no reclamados, no reivindicados, el peronismo estuvo 2 veces después en el gobierno y jamás puso ni siquiera una placa en Plaza de Mayo. Y los fusilamientos posteriores. Habría que ver si no son esos los primeros desaparecidos realmente.
Hablás como si hubiera algo premeditado en todo esto.
Te voy a decir algo que es muy duro, pero es así: los muertos de la izquierda son pop, los muertos del peronismo son kitsch. Si no fuera por Rodolfo Walsh con “Operación masacre”, eso hubiera estado totalmente olvidado.
El arte llamado “político” fue apropiado por la izquierda.
Y lo tuyo entonces….
Es arte político, donde trato de reconstruir esos pedazos sueltos del peronismo fundacional que me parece maravilloso.
En tus cuadros las situaciones ocurren en los lugares de la urbanización que se proyectó en aquella época. Lo extraño es que mezclás recursos de toda la historia del arte.
Porque me interesa hacer una apuesta estética. Uso elementos de Hopper, Balthus, los artistas italianos del prerenacimiento como Giotto y Simone Martini,
También Immendorf, Kippenberger. Son sucesivos filtros que entorpecen la lectura directa. Y además uso la kabala, el taoísmo y el chino. El Árbol de la Vida, que tiene 3 ramas, lo vinculo con las 3 ramas del movimiento peronista y la tercera posición. En la kabala la rama central es la del vacío. Yo tomo la tercera posición como un vacío ideológico. El peronismo es el campo vacío que hay entre la izquierda y la derecha.
¿Cómo es ese vacío? Comentame un poco a qué te referís.
Hago una fuerte autocrítica, porque el peronismo tiene un lado luminoso y otro muy oscuro. Un rico toma el poder, tiene 100 millones en el Banco, cuando termine tendrá 110, tenía Armani antes y sigue usando Armani después. En cambio aparece un sindicalista, buen tipo, que la peleó toda la vida, pero se vestía con un traje berreta y termina con un Armani, y se roba 2 millones y se nota por todos lados. El peronismo muestra con facilidad esa cara oscura.
¿Qué opinás del arte actual?
En torno al arte se generó todo un epifenómeno, que no se creó en torno a la música por un problema de competencia. Si no escuchás bien no podés ser un crítico de música. En la plástica, las minas se separan a los 50 años y ponen una galería de arte, y cualquiera se pone a escribir críticas. Pareciera que no hay limitaciones. Mucho de lo que se hizo en el arte de los años ’90 fue la adoración de la pelotudez, por incompetencia. Y si lo decís son censor, porque hay que ser políticamente correcto.
Te referís además a un epifenómeno alrededor del arte.
Ejemplo: Museo Costantini (Malba). Tiene mínimo 70 tipos que lo están timando, que viven de él. Antes había director del museo y alguien que hacía el montaje y ponía las luces. Las muestras salían bárbaras. Ahora hay curadores primeros, segundos, subjefe de montaje. Un tipo pone la pasta y hay un montón alrededor tratando de sacarle algo. Si dono un cuadro de Morandi al Costantini me van a mirar mal. En cambio si voy y le llevo un camión enorme con 5 mil kilos de gelatina comestible, 7 mil kilos de crema batida digo que es una escultura y la dono, van a decir qué bueno, porque van a abrir una nueva dirección en el museo de “arte comestible”, con mano de obra para mantenerla con cámara frigorífica, y después la Universidad del Salvador va a crear una carrera de arte comestible. Y de ahí surgirán puestos de docentes a partir de la escultura que doné. Ese es el epifenómeno.
POR LAURA BATKIS