Sección Arte para Todos, coordinación Alicia de Arteaga. 28 de Diciembre de 2003.
En esta obra se puede apreciar el clima de los artistas italianos que en 1920 se radicaron en el Barrio de La Boca.
Las obras de Fortunato Lacámera aluden a cierta melancolía de la “patria añorada” que caracteriza la idiosincrasia de un grupo social, que vino a Argentina con la oleada inmigratoria de mediados del siglo XIX. Esa tristeza, que llevada a su punto más extremo se encuentra en las letras de tango, donde el regodeo sentimental está anclado en la temática del abandono, el extremo romanticismo del amor no correspondido, la espera y el malestar frente a situaciones políticas con un modo a veces crítico, como en “Cambalache” de Discépolo.
Muy alejado del tono de protesta del autor del célebre tango, Lacámera elige un clima intimista de índole introspectivo, al igual que otros artistas, como Víctor Cúnsolo, Onofrio Pacenza y Horacio March, que a fines de los años 20 se radicaron en el barrio de La Boca.
Hijo de inmigrantes genoveses, Lacámera estudió pintura con el Alfredo Lazzari, en la Sociedad de Unión de La Boca, mientras pintaba paredes “a la italiana” con imitaciones de mármoles para subsistir. “Desde mi estudio” es un cuadro que forma parte de una serie. En ella, el artista describe la soledad de su taller donde las puertas abiertas dejan ver el Riachuelo, los barcos anclados, el humo evanescente y las siluetas de los edificios reflejados en los ventanales tan característicos del pasaje Caminito y los alrededores del actual Museo Quinquela Martín.
El artista nos cuenta cómo es su mundo. Con notable belleza, describe cuáles son los humildes objetos que comparten sus días: la rústica mesa del pintor, la tela en blanco sin preparar, y los típicos muebles de los alrededores de San Telmo y la Boca, que hoy podemos encontrar en los comercios que rodean a la Feria de Antigüedades de la Plaza Dorrego. Objetos como el aparador ubicado a la izquierda, con el jarrón de pinceles, las botellas de ginebra y el reflejo de un cuadro. Al igual que otro cuadro colgado muy cerca del techo, cada detalle nos delata en silencio que ese lugar es el estudio de un pintor. El protagonismo de la luz rasante que entra por la ventana y toca los muebles construye la imagen en una línea de perspectiva desplazada hacia el ángulo izquierdo del cuadro. Las obras de Lacámera no son solamente escenas de taller, sino que el modelo externo le sirve para expresar un sentimiento interno referido a la intensidad de la ausencia y el aislamiento. Logra crear un paisaje de emoción contenida usando variaciones de colores pardos y tonos bajos. De este modo transmite en el espectador una particular emoción que surge de la perfecta síntesis entre pensamiento y carga emotiva.
Fortunato Lacámera
Nació y murió en Buenos Aires, en la casa de la Av. Almirante Brown (1887-1951). Junto con Víctor Cúnsolo es una de las figuras más destacadas de los artistas de La Boca. Sus cuadros se distinguen por la atmósfera intimista. Su taller, una flor solitaria en un vaso, la luz que dibuja sobre el piso la sombra de una persiana, todos elementos que perfilan un mundo mágico de humilde cotidianeidad.
Datos útiles:
- Año: 1930.
- Técnica: óleo sobre tela
- Medidas: 100 x 80 cm.
- Dónde encontrarlo: Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Avenida del Libertador 1473.
*La autora es Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Buenos Aires. Docente, crítica de arte y curadora independiente. Actualmente es corresponsal de la revista internacional de arte Lápiz (Madrid.)
POR LAURA BATKIS