Buenos Aires, 3 de Junio de 1999. Año 2 – N°100.
La Feria de Arte de Buenos Aires creció en público y en volumen de ventas, alcanzando 5 millones de pesos. Aún faltan más artistas jóvenes y galerías extranjeras.
En la octava edición de la Feria de Arte de Buenos Aires, 47 galerías nacionales y 18 extranjeras mostraron durante nueve días lo mejor de sus trastiendas. En principio hay que entender que una feria es el sitio donde se evalúa el termómetro del mercado del arte. No hay un criterio de curación homogéneo porque cada stand sigue el criterio de la galería representada. Esto es lo que marca la diferencia con una Bienal, en la que se presentan las tendencias más actuales del arte contemporáneo.
Si el éxito de una feria reside en el volumen de ventas, los 5 millones de pesos recaudados marcarían un balance positivo, teniendo en cuenta que, además, se superaron los 3 millones del año pasado. También marcaría un interés creciente del público argentino en el consumo de bienes artísticos. Se contaron 120 mil personas que ingresaron al predio. Haciéndose eco de este síntoma, Alejandro Reynal, presidente del MBA (Merchant Bankers Asociados), anunció públicamente la creación de un Fondo de Inversión en Arte a concretarse a partir del mes de julio.
La cifra récord este año la marcó la Galería Ruth Benzacar, con la venta de dos instalaciones el mismo día de la inauguración. Amalia Lacroze de Fortabat adquirió para su futuro museo La difunta Correa de Antonio Berni, por la que pagó 500 mil pesos. Es un óleo-collage de 1976 que representa a la mujer amamantando a su hija después de su muerte, ambientado con retratos, muletas, yesos, velas y ofrendas populares. Luego de una intensa puja entre dos coleccionistas argentinos, La nigromante de Jorge de la Vega pasó a integrar, a cambio de 600 mil pesos, el acervo de un amante del arte local que prefiere mantenerse en el anonimato. Son cuatro paneles, pintados en 1965, que forman una imagen reflejada en un espejo ubicado encima de una mesa. La venta de esa instalación fue el récord de la muestra y también significó el máximo precio que se pagó por una obra de De la Vega. El artista integró el grupo de la Nueva Figuración a principios de los 60 junto con Luis Felipe Noé, Ernesto Deira y Rómulo Macció.
Las obras de estos artistas, con las de Berni, comenzaron desde hace un par de años a ser las piezas más buscadas por los coleccionistas. Las cifras siguen subiendo, pero en el caso de los artistas vivos, como Noé y Macció, el rédito económico va a parar a manos de los marchands y a los dueños de sus obras.
Es por eso que Macció resolvió, después de varias experiencias frustradas con galeristas, venderse a sí mismo sin intermediarios. Alquiló un pequeño espacio en el pabellón de la Rural, colgó cuatro obras suyas de distintos períodos y un cartel con su número de teléfono. Esta manera de marketing personalizado generó bastante disgusto en algunos marchands, temerosos tal vez de que los artistas empiecen a comercializar su obra sin mediación alguna, perdiendo entonces el 40 por ciento de la comisión estipulada.
Otro artista muy buscado es Guillermo Roux, que desde ediciones anteriores es un favorito del mercado. Este año, la neoyorquina Marlborough vendió más de diez acuarelas del artista, que oscilan entre los 40 y los 78 mil pesos.
LAS QUE SÍ Y LAS QUE NO. Más allá de las estrellas, ¿quiénes deberían estar en una feria de galerías? La pregunta no se circunscribe tan solo a la cantidad de ventas, sino también al criterio de calidad de la muestra. El comité asesor del evento dejó afuera a cuarenta galerías como Vyp, De Souza, De Sancti y El Socorro, entre otras y “legalizó” la entrada de los art dealers (comerciantes a puertas cerradas) que tuvieran una trayectoria profesional en el medio artístico, como Luisa Pedrouzo, Isabel Anchorena y Daniel Maman. Esto generó una fuerte polémica entre ellos y algunos galeristas, que consideraban una competencia desigual entre quienes pagan un stand y quienes no lo hacen.
Las pocas manifestaciones de arte joven quedaron circunscriptas a instituciones como la propuesta de “Artistas Emergentes” del Fondo Nacional de las Artes y el “Premio Estímulo” para menores de 35 años organizado por el Banco de la Provincia de Buenos Aires. En las galerías el arte contemporáneo estuvo casi ausente y muy pocas presentaron artistas nuevos. Uno de los pintores más interesantes, con una imagen sugerente y de intensa sensibilidad pictórica, es Germán Wendel, un cordobés de treinta años que vendió las ocho obras exhibidas en la galería de Federico Klemm (entre 500 y 3 mil pesos).
Gara, que por primera vez acude a la feria, fue la única galería que mantuvo su línea habitual de compromiso con artistas nuevos, dando un toque de frescura y menos solemnidad al evento. Su directora, Cecilia Garavaglia, acota que “ser la única que muestra arte contemporáneo y con precios accesibles a un público de menor poder adquisitivo no sirve de nada. Tendría que haber más oferta de muchos artistas jóvenes que en esta feria no están”.
El artista Daniel Herce, representado por Gara, fue contundente: “Es una feria absolutamente conservadora. Tal vez por un mal criterio de los galeristas que piensan que de ese modo van a vender más. Se subestima al público, los cuadros están mal montados, colgados en puertas, iluminados con luces dicroicas, no se representa lo que en este momento se está produciendo en la Argentina. No entiendo cómo en una feria de arte no está el arte. No puede medirse el éxito en relación a la cantidad de ventas y al público concurrente; hay que evaluar la calidad, no cuánto sino qué es lo que se vende. En este sentido, salvando muy pocas excepciones, la feria es un fracaso”.
Las galerías extranjeras importantes, por su parte, todavía no acuden a Buenos Aires por el alto nivel de costos que implica venir al continente sudamericano. Pero es destacable la instalación de obras sonoras del español José Antonio Orts (nacido en 1955), traída por el Consorcio de Museos de la Generalitat Valenciana: un montaje impecable de arte electrónico, con células fotoconductoras, altavoces, luces, tubos de cobre y sutiles láminas de plástico sostenidas por alambres.
Más allá de las divergencias, la continuidad de la Feria es un hecho importante y todo parece apuntar a una mejor calidad en un país inexperto en este tipo de acontecimientos culturales. ¿Hacia dónde va ArteBa? Los organizadores tienen la mira puesta en abrir la convocatoria a galerías latinoamericanas, con el proyecto de organizar en el año 2000 una feria dedicada al Mercosur.
POR LAURA BATKIS