Buenos Aires, 15 de julio de 1999. Año 3 – N° 106.
Tras el gran remate de obras latinas, una experta de la famosa casa subastadora expone su punto de vista sobre la pintura del continente en el mercado actual del arte.
Se recibió de abogada en Colombia, pero se doctoró en Historia del Arte en Nueva York. Mientras estudiaba se desempeñó en instituciones como la American Society, asesorando a coleccionistas privados, y durante dos años trabajó en Sotheby’s. A los 35 años, Ana Sokoloff está a cargo del Departamento del Arte Latinoamericano de Christie’s, una de las casas subastadoras más importantes del mundo, que desde hace tres años lidera las ventas de pintura de artistas del continente en el mercado internacional. En los tradicionales remates de junio en Nueva York, recaudó 12 millones de dólares.
¿Cómo funciona el departamento de arte latinoamericano de una gran subastadora como Christie’s?
Somos un equipo. Como especialista, yo aporto el conocimiento de la historiografía, de las obras y del mercado. El director del departamento, Juan Varez, se ocupa de la promoción de las ventas.
¿Cómo se elabora un proyecto de marketing de arte?
El nuevo perfil de Christie’s hacia las ventas de arte latinoamericano está relacionado con la decisión de dejar de lado aquellas obras que, a pesar de tener un valor comercial alto, no son históricamente importantes. Nos manejamos con quince países, abarcando tres siglos (del XVIII al XX), buscando a los artistas fundamentales en la historia de cada país, más allá de las condiciones de mercado. Tratamos que en la selección no se priorice el nombre del artista sino la calidad de la pieza. Por esa razón, en esta subasta sólo hubo un Rufino Tamayo y apenas dos Wifredo Lam.
En la categoría “arte latinoamericano” incluyen quince países. ¿Usted piensa que existe un movimiento que unifique a Sudamérica?
Es un rubro básicamente político, pero el criterio es abierto; incluye no sólo a artistas nacidos en los países latinoamericanos, sino a otros cuya obra se desarrolló influenciada por la idiosincrasia latinoamericana. Es un panorama necesariamente ecléctico.
En los últimos años estas subastas despertaron mayor interés en los compradores. ¿A qué lo atribuye?
El éxito de este tipo de eventos se debe a que se ha creado un coleccionismo y un mercado de arte latinoamericano que creciendo y tomando su propio curso. Al principio hubo un gran énfasis en la producción mexicana, porque era la economía dominante. Con la caída del peso mexicano, el mercado tuvo que mirar hacia nuevos horizontes como Brasil y Argentina.
¿Cuál es hoy el mayor productor de arte en Latinoamérica?
Dentro de lo contemporáneo, Brasil produce mayor cantidad de artistas con salida internacional. Hasta mediados de los 90, Colombia dio artistas jóvenes con obras muy interesantes, pero ese apogeo decayó junto con su economía.
¿Podría hacer un balance de la última subasta?
Fue un éxito, que se mide no sólo por el volumen de ventas, sino por la cantidad de lotes vendidos: un 84 por ciento del total de 206. Además, hubo muy pocas obras que no se vendieron dentro del precio estimado. La colección privada de arte joven brasileño del paulista Bruno Musatti se vendió en su totalidad (322 mil dólares). También de Brasil, el Vaso de Flores de Alberto Da Veiga Guignard, superó ampliamente el precio estimado de 90 mil dólares, y se vendió nada menos que en 761 mil. Tenemos un nuevo cliente que descubrió y compró el Retrato de Paulette Goddard de Diego Rivera a través de nuestro web site, pagando 575 mil dólares por él. El récord de la subasta fue La fruta bomba de Wifredo Lam que el Museo Reina Sofía de Madrid adquirió en 937 mil dólares.
¿Quiénes compran arte latinoamericano?
En esta subasta, el 55 por ciento de los compradores fueron coleccionistas de Estados Unidos; el 35 por ciento de Latinoamérica (de estos últimos un 18 por ciento corresponde a coleccionistas mexicanos). Sólo un 10 por ciento fueron compradores europeos.
¿Les interesa que el arte latinoamericano llegue a incluirse como parte de las subastas de arte internacional contemporáneo?
Por supuesto que sí, pero hay que tener mucho cuidado con las diferencias políticas y económicas. A pesar de que nos gustaría ser incluidos dentro del catálogo del siglo XX internacional, el paso podría resultar perjudicial. Ya tenemos la experiencia de Sotheby’s, que intentó hacerlo y fracasó. Hay una cartera de clientes que responden a una serie de estímulos, no solamente en relación al arte en sí, sino a otros factores como las fechas, la posibilidad de viajes, la reunión en Nueva York: todo un cronograma que ya está organizado e internalizado por los coleccionistas. Si lo cambiamos, corremos el riesgo de que el arte latinoamericano pierda la presencia que ha adquirido en los últimos tiempos.
¿Dónde se sitúa el arte latinoamericano en la escala de precios del mercado internacional?
No podemos compararlo con los precios de las subastas del siglo XX, que son muy elevados, pero tampoco podemos decir que el arte latinoamericano sea barato. Está en paridad con los valores del departamento de pintura antigua o con los europeos del siglo XIX, descontando por supuesto a los Impresionistas.
¿Cómo se hace para que una obra entre en el remate?
Primero se busca el artista, después la calidad y por último la condición de la obra. Tenemos que estar muy atentos y flexibles para ver de qué lado está soplando el viento. Puedo asegurar que es como estar en el mar en medio de una tormenta, porque nunca se sabe de dónde va a soplar. Trabajamos con la información de nuestros representantes en cada país y por las relaciones que tenemos con el circuito de coleccionistas, vendedores y galeristas. Como en cualquier negocio, se trata de satisfacer una demanda existente. Durante tres meses viajamos y buscamos las obras, luego nos encerramos a producir el catálogo, y finalmente volvemos a salir para mercadear las obras y posicionarlas para la próxima subasta.
¿Quién pone el precio de la obra?
La tasación la hace Christie’s basándose en el conocimiento del mercado internacional y local. Se pone un precio estimado que corresponde al precio de venta pública en subasta. Luego hay un precio de reserva, que es privado y es el precio por debajo del cual el cliente no está dispuesto a vender la obra.
¿Cómo se manejan los porcentajes de las comisiones?
Hay dos comisiones. La del comprador es del 15 por ciento por los primeros 50 mil dólares y el 10 por ciento por encima de esa cifra. La comisión del vendedor va del 15 al 2 por ciento, según el volumen de obra. En la medida en que el volumen sube, el porcentaje baja. Los gastos de catálogo, transporte y seguro de la obra corren a cargo del vendedor.
¿Puede ocurrir que una obra ya vendida resulte falsa?
Todo puede ocurrir, y en ese caso Christie’s es ciento por ciento responsable. Nosotros certificamos que lo que vendemos es lo que dice el catálogo con una garantía mínima de 5 años.
¿Qué pasos espera dar el departamento de arte latinoamericano?
Queremos proyectarnos hacia Europa. Nuestro plan es llevar la parte que resta de la colección Musatti a la sede de Christie’s en París durante la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC), este año dedicada a Latinoamérica. También estamos desarrollando una estrategia de marketing destinada a consolidar las relaciones con los clientes, ofreciéndoles, además de la compra y venta de obra, otros servicios como consultoría. El asesoramiento fomenta el coleccionismo, eso es del mayor interés para nosotros, ya que en el futuro esas mismas colecciones van a volver al mercado.
POR LAURA BATKIS desde Nueva York