Nº 61. Buenos Aires, Abril de 2009.
Figura histórica, integró el grupo de artistas abstractos a fines de los ’50 y dividió su tiempo entre la actividad diplomática y la vida artística. Laura Batkis lo entrevistó en Córdoba.
Instalado hace 30 años en La Cumbre, empezó a pensar qué quedaría de su legado conociendo la ineficacia del Estado para proteger el acervo de los artistas. Eso que el artista denomina nuestra “propensión a la novelería”. Entonces construyó una Sala permanente de sus obras. Fuimos a conocerla y entrevistar a este artista exquisito de 86 años, probablemente el último dandy del arte argentino.
¿Por qué Sala y no Museo Ocampo?
Porque Museo suena solemne, a Mausoleo.
¿Es un proyecto que tenías hace mucho tiempo?
Sí. Se inauguró el 4 de enero de 2008.Tardamos cuatro años en hacer la obra con el arquitecto Sebastián Martínez Villada. Yo soy arquitecto y había arrancado con un proyecto, pero era para muy pocos cuadros. Sebastián había hecho este proyecto y me gustó más que el mío por la escala y las vistas al jardín.
¿Cuándo surgió la idea de una Sala permanente para tus obras?
Hace mucho tiempo, unos diez años. Empecé a ordenar los cuadros en mi taller para cuando no esté y llegara el día en que mis tres hijas digan “¿qué hacemos con los cuadros de papá?”. Decidí hacer un inventario con una clasificación de los cuadros como las que se hacen la universidad, en “sobresalientes”, “distinguidos”, “buenos” y “aprobados”, armando lotes. Poner orden, en fin. Después pensé qué van a hacer con estos cuadros, dónde los van a meter, si pagar un depósito, o dejarlos en una galería que nunca más los van a ver y si los venden no siempre es fácil cobrarlos… Así fue que se me ocurrió hacer esto. Y la verdad es que no calculé que iba a resultar para mí una experiencia tan saludable.
¿En qué sentido?
Pasa mucha gente y se va muy contenta, es una revelación de esa cosa abstracta que llamamos “el público”. Porque en realidad no pintamos para la gente, pintamos para el medio artístico. Y eso lo comprendí muy claro acá.
¿Pintabas para tener la opinión de tus colegas?
En el fondo sí. Es la gente que va a la galería, que circula en las exposiciones. Cuando hablás con ellos tienen una aproximación al cuadro influida por el ambiente crítico. Y te dicen “me recuerda a tal o cual artista”. En cambio acá, este público, mira el cuadro con total independencia de la crítica y la gente te dice lo que siente, la percepción es otra.
¿Como es el futuro de esta Sala Ocampo?
Esa es la gran incógnita, creo que va a terminar siendo una Fundación. De acuerdo a la experiencia que tenga con la gente, creo que haré un conjunto de cuadros intangibles. Que queden en la Sala.
Hace unos años atrás, cuando vine y me contaste acerca de esta Sala que por entonces era una idea, me comentaste que esto lo hacías porque la Argentina no se ocupa del legado de los artistas, entonces vos personalmente decidías suplir esa falencia.
Sí, es la experiencia de la realidad de todos mis amigos que están en el más allá. Pasa la aplanadora; no quiero empezar a dar nombres pero es como si hubieran desaparecido. A veces se los vuelve a ver en una retrospectiva, pero en general es como si no hubieran existido.
En Argentina, si un artista no se ocupa de hacer un libro o hacer lo que hiciste vos con la Sala, desaparece.
Sí. Tampoco es que uno se crea Leonardo Da Vinci, pero es el trabajo de toda una vida y creo que cada artista aporta algo o mucho. Por ejemplo, hay un pintor que a mi me gusta mucho, es Sívori. Me hubiera gustado hace veinte años ver una retrospectiva suya. El artista se muere y se acabó. Creo que eso es una carencia nuestra muy grave.
¿Harás muestras temporarias?
Mi idea original era hacer muestras con otros pintores. Pero he desistido porque se necesita dinero y no estoy en condiciones de salir a buscar sponsors. Los años que me quedan y la buena salud los quiero emplear pintando.
¿Seguís pintando todos los días?
Sí.
La naturaleza de este paisaje en las sierras se integra en tu obra.
Completamente. Hasta que vine a La Cumbre, toda mi carrera había sido de pintor abstracto. Cuando llegué acá, veía las puestas de sol desde mi ventana y las miraba como un cuadro abstracto, porque eran en realidad un plano luminoso y otro opaco. Hasta ese momento yo usaba la técnica del salpicado, sin tocar el cuadro. Empezar a hacer un tronco con un pincel tocando la tela era una enseñanza nueva, sin proponérmelo empecé con la figuración. Además me di cuenta de que miramos para identificar, árbol es árbol, con hojitas y tronco. Pero en el fondo un árbol es un ser viviente y cada árbol tiene su personalidad. Eso me llevó a dibujar del natural, tratando de ser lo más cándido posible, haciendo hojita por hojita. Noté así que la naturaleza tiene una geometría, un orden muy profundo de rectas y curvas que es también un poco la construcción del cuerpo humano.
¿Qué es el arte para vos?
El sentido de la vida. Por eso también hice esta Sala, que a la vez me aclaró para qué pinté. La gente se va agradecida, está registrado en el libro de visitas. Entonces también mi pintura sirve para que la gente quede contenta.
Recién me comentabas que no hay que pintar para el Florida Garden.
Sí, el medio artístico está lleno de convenciones. Fabián Lebenglik escribió en el prólogo de mi muestra en el C.C. Recoleta que yo para los pintores era un diplomático y para los diplomáticos era un pintor. Me llevó tiempo tener un reconocimiento en Argentina. La muestra de la Recoleta en 1997 fue mi entrada al medio artístico.
Reconocimiento tardío.
Sí. También fue fruto de mi aislamiento.
POR LAURA BATKIS