Prólogo del catálogo de la muestra “Norberto Gómez- Dibujos 1975- 2010”. Galería Castagnino Roldán, Buenos Aires. 28 de septiembre al 17 de octubre de 2011.
“No hay nadie que haya jamás escrito, pintado, esculpido, modelado, construido o inventado, a no ser para salir del Infierno”. Antonin Artaud.
Esta muestra es un compendio de los dibujos que Norberto Gómez realizó entre 1975 y 2010. Un tema pendiente que empezó hace 10 años cuando dejó su casa de Lezama en San Telmo y pasó una temporada en el taller de Presas. Allí, frente al Tortoni, apareció la idea de cambiar el formato y hacer dibujos murales que le permitieran verse con otra perspectiva por primera vez. Montó un sistema de paneles para armar su propia Sixtina, pero se dio cuenta que físicamente ya no podía llevar a cabo su aventura miguelangelesca “el cuerpo me abandonó” dice Gómez.
La contemporaneidad tecnológica le permitió continuar con el proyecto que derivó en una especie de “operativo rescate”, buscando los archivos de obras desaparecidas en documentos de época como las revista Punto de Vista, para digitalizarlos en los enormes dibujos de esta exposición.
El cambio de escala convierte a estos trabajos en obras nuevas, diferentes. Durante 2 años el artista supervisó la plasmación conceptual de este emprendimiento, tomando las decisiones finales de cada detalle, desde el color, el tipo de tinta, el trazo, el tamaño, la calidad del papel y el enmarcado final. Cada dibujo es una pieza única de una idea que el artista elabora a partir de sus propios dibujos, tanto históricos como recientes. En algunos casos toma la escena original de manera completa y en otros solamente un fragmento que reproducido a gran tamaño adquiere una autonomía particular. Es importante destacar que no se trata de bocetos de sus esculturas, porque en Gómez el dibujo es como el mismo artista lo define, “otro viaje”. Es otra manera de entender el mundo donde la urgencia expresiva facilita con la obra gráfica la inmediatez del discurso, que se diferencia del tiempo demorado del trabajo escultórico.
Gómez empezó a dibujar a los 4 años. Recuerda que su padre le llevó el primer block de hojas y lápices para aliviar sus prolongadas convalecencias en la cama. También recuerda acompañar a su madre mientras tejía guantes y él dibujaba. Entonces miraba historietas, la revista Billiken, las batallas. Dibujaba todo, como ahora. “Tengo una sensación de mirada simultánea de la realidad. Después recuerdo eso y lo dibujo”.
Uno se pregunta de dónde vienen esas escenas alquímicas, bizarras, de enorme simpleza y a la vez complejidad, ese mundo excesivo y por momentos demencial. “Invento a partir de sensaciones que se hacen evidentes. Es un acto religioso. Junto, religo lo que está separado. Es un mundo paralelo con una lógica propia”.
Si hubiera que definir un estilo en sus trabajos, creo que el eclecticismo es lo que lo caracteriza, la enorme libertad que le permite circular de un lenguaje a otro como una escritura que tiene diferentes caligrafías. En sus inicios la obra es más despojada, son formas geométricas que se disuelven, disoluciones de la geometría en una especie de minimalismo blando. Más adelante el Barroco invade sus trabajos con escenas mortuorias, osamentas y toda una iconografía fantástica de arquitecturas medievales.
Su admiración por Durero se evidencia en dibujos que tiene la minuciosidad lineal del grabado con personajes entre cómicos y malditos. En otra “caligrafía”, aparecen los relatos de Generales y militares ridiculizados como absurdos amos del poder con carros, ruedas y trenes. En la serie de los fragmentos, los dibujos son más esquemáticos. Más recientemente el dibujo se vuelve más abigarrado, en escenas donde todo se entrelaza, con desfiles, conversaciones, y un fondo selvático que toma de la aguda observación del jardín de su casa. “Dibujo en exceso por si acaba todo, antes de que se acabe el deseo, la vida”.
Gómez absorbe todo lo que ve, todo lo que está en su entorno. Es el tipo de artista que Peralta Ramos definía como “un sismógrafo que capta todo lo que va sucediendo”. Le pregunto por eso inefable que es el arte y me contesta de manera contundente: “El arte es la salvación. Es una respuesta al misterio de la vida”.
Para Norberto Gómez dibujar es pensar, y si para el artista el pensamiento es un proceso continuo y sin tregua, entonces esta muestra es la parte más íntima de su mundo personal, donde infierno y paraíso suceden sin frontera. El lugar estrecho, cercano, donde el hombre queda expuesto y tiende un puente de piel hacia piel, de cuerpo a cuerpo, intentando que el arte produzca encuentro con un otro, que la ajenidad del afuera parezca, por un instante, menos extraña.
POR LAURA BATKIS