Arte argentino de los noventa – Centro Cultural Recoleta

Nº25, Julio – Septiembre 1997.

Desde el 13 de mayo se exhibe en el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires una exposición colectiva de artistas argentinos de los años noventa. Bajo el título El Tao del arte, Gumier Maier –curador de la muestra– seleccionó obras de algunos artistas que pasaron por la Galería de Arte del Centro Cultural Ricardo Rojas, organismo que desarrolla su actividad en el marco de la Secretaría de Extensión Cultural de la Universidad de Buenos Aires. La exposición incluye trabajo de Sergio Avello, Elba Bairon, Jane Brodie, Fabián Burgos, Feliciano Centurión, Alberto Goldenstein, Sebastián Gordín, Miguel Harte, Gachi Hasper, Agustín Inchausti, Fabio Kacero, Alejandro Kuropatwa, Fernanda Laguna, Benito Laren, Luis Lindner, Alfredo Londaibere, Liliana Maresca, Ziliante Mussetti, Ariadna Pastorini, Marcelo Pombo, Cristina Schiavi, Omar Schiliro, Pablo Siquier y Marcelo Zanelli.
La historia de esta galería comenzó el 13 de julio de 1989 con la marca inaugural de la intensidad atroz de dos artistas geniales: una instalación de la fallecida Liliana Maresca –Lo que el viento se llevó–, compuesta por esqueletos corroídos de sillas y sombrillas de una hostería abandonada del río Paraná y un performance de Batato Barea. Desde entonces –y hasta su reciente alejamiento en 1996–, la dirección curatorial de la Galería estuvo a cargo de Gumier Maier. Los cánones hegemónicos del neoexpresionismo de los años ochenta dejaban poco lugar para un grupo de jóvenes artistas que producían sus obras al margen de lo instituido, con una modalidad que años más tarde marcaría algunos de los rumbos nuevos del panorama de las artes visuales en la Argentina. El apoyo incondicional de reconocidos artistas como Roberto Jacoby y Pablo Suárez propagó el entusiasmo de mostrar esta nueva manera de enfocar el arte, carente de solemnidad y pleno de frescura. A modo de celebración, Gumier Maier organizó en ese entonces Bienvenida primavera, juntando a autores consagrados con jóvenes que apenas se iniciaban, como Omar Schiliro (1962-1994) –artista paradigmático de los noventa–, quien presentaba su primera obra, realizada poco después de saber que estaba enfermo de sida. A esta muestra colectiva le siguió Summertime y Algunos artistas (1992, en el Centro Recoleta, y con la asistencia co-curatorial de Magdalena Jitrik), y una gran cantidad de muestras individuales de artistas que hoy pasaron a integrar el camino trazado por el circuito del arte: galerías comerciales, bienales y un cierto reconocimiento, tanto local como internacional.
En un país signado históricamente por antiguas querellas que enarbolan la intolerancia de postura maniqueas, todo un aparato crítico comenzó a publicarse para defender o combatir a “los artistas del Rojas”. Jorge López Anaya acuña, desde su espacio en el diario La Nación, el término light para referirse a una “notable muestra” presentada en el Espacio Giesso, en 1992, refiriéndose a la obra de cuatro artistas (Gumier Maier, Laren, Schiliro y Londaibere) que, con la ironía y la levedad que les otorga una relación privilegiada frente a las relaciones sociales, los ritos cotidianos y sus apariencias grotescas, logran que sus obras destilen una inocultable función crítica: trabajan lúcidamente sobre los significados, liberándose del laconismo del viejo arte conceptual del que son herederos. Inmediatamente, este mismo término comenzó a ser utilizado en forma peyorativa, oponiéndolo al verdadero arte pesado o cargado de una intencionalidad ideológica que –según esta óptica– la liviandad de estas producciones ignoraba por completo. En torno a una amplia gama de apologistas y detractores, la adición del calificativo rosa y guarango (grosero, maleducado) puso al día el debate del arte de los noventa con la manía reguladora del pensamiento contemporáneo que parece tan interesado en clasificar, bajo el marco teórico de una sociología de manual escolar, las preferencias sexuales, religiosas y otras cuestiones de identidad para tratar de explicar, una vez más, lo inefable de la experiencia estética.
En su libro El Tao de la Física, Fritjof Capra señala que lo que nosotros vemos u oímos, no son nunca los fenómenos en sí. A medida que penetramos más profundamente en la naturaleza, tenemos que abandonar cada vez más las imágenes y los conceptos de nuestro lenguaje. Tomando prestado el concepto de este autor, Gumier Maier pensó en esta muestra, que es un broche final a su gestión de ocho años como curador del Rojas. Tal como él mismo lo expresa en el catálogo de presentación, Está claro que los artistas aquí presentes no hacen pintura taoista. Desconocen los misterios que animan al universo y los métodos para ejemplificar hipótesis de cualquier clase. Aunque todos ellos han pasado por el Rojas, tampoco, en sentido estricto, es esto una antología de la historia de la Galería. Tao es el camino. Es también el modo. Y lo relativo como absoluto. He aquí el vórtice de aquél modelo curatorial doméstico, esa coartada de coleccionista pobre y antojadizo, mi Tao. Una deriva por la que me condujeron los cantos de sirena de estos artistas.

POR LAURA BATKIS